Un mal hijo... ¿Es un hijo de mala madre o de una madre mala? ¿Tienen todas las madres malas malos hijos?
Puede ser que los estudios sicológicos y sociológicos de población reales (método empírico: pruebas, aciertos, errores, experiencia) arrojen datos niveladores, pero en la ficción, casi siempre, detrás de un mal hijo, hay inevitablemente una mala madre; y a veces hasta dos.
Es curioso, porque con frecuencia los hijos de madre mala o mala madre suelen ser de padre desconocido, y por tanto difíciles de responsabilizar. En otras narraciones los padres mueren en el primer capítulo y a veces desaparecen en el prólogo.
Desde nuestra más tierna infancia se nos enfrenta a madres que trataron mal a sus hijos (y como consecuencia estos muestran un mal comportamiento). Bien porque cuidaron mal de sus hijos, les dedicaron poca ternura o tiempo. Pero lo de Gertrudis es el colmo, ya que se pierde toda ella, por exceso de amor.
En mi lista particular de malas madres, sin duda, la primera en orden cronológico y por importancia de los hechos y su repercusión hasta nuestros días es Eva. Como seguro que todos tenemos una idea aproximada de los acontecimientos, bastará recordar que según la Teoría Creacionista (que está vigente en amplios sectores de EE UU) esta señora es la responsable aún hoy, de que todos los despertadores de la civilización occidental suenen por la mañana anunciándonos que es hora de levantarse para ir a trabajar. Convendréis conmigo que como maldad, es prácticamente insuperable.
A este personaje le sigue muy de cerca, pisándole los talones podríamos decir, la madre de Caperucita Roja. ¿Quién puede imaginar una maldad mayor que enviar a una pobre niña, solita a cruzar un bosque, por el cual merodea un lobo (que es por todos conocido) a llevar comida a su abuelita? En primer lugar, lleva una cestita con pasteles y miel, un codiciado objeto de deseo en el bosque. Por otra pate su abuelita, que naturalmente es una anciana y está enferma, vive sola en una casa en un lugar recóndito del bosque...!!! Abandonada a su suerte! ¿Es posible que haya una hija más arpía que esta? No sé porque me viene a la cabeza la madre de Lolita, Charlotte Haze.
En fin, a lo mejor esto explica mi fobia por los cuentos infantiles y las leyendas.
Volviendo a Gertrudis y comparándola con estos ejemplos, creo que se puede asegurar que es un alma cándida. En principio el único pecado de la madre de Hamlet es el amor. El que siente primero por el Rey de Dinamarca, y más tarde por Claudio ( aunque sobre esto hay algunas dudas, de si existió o no previamente un “affaire”) a la vez que queda demostrado que en ningún momento abandona a su hijo, e incluso oímos su voz en diferentes momentos manifestando su preocupación por él y su interés porque congenie con amor del momento.
Entonces ¿Qué hace culpable a Gertrudis?...
Pues que Gertrudis compañeros…… RETOZA. Es el que parece ser su gran pecado.
Se nos describe a una mujer alegre, sana, joven que vive sus pasiones y además lo exterioriza. Ya se sabe que los escandinavos (los bárbaros), respondían a otros patrones sociales y culturales, nada que ver con los convencionalismos religiosos de la época en tierras de la Europa más occidental donde el SIR todavía se estaba desintegrando. En cualquier caso, claramente, esto merecía un castigo.
Tiempo atrás, daba igual el emplazamiento geográfico, religioso o de estrato social de procedencia, la mujer sólo representaba un papel pasivo en todo lo referente a…TODO! (Si estaba Isabel I, pero esa es la excepción que confirma la regla).
Desconocemos el origen del complejo de Edipo que manifiesta Hamlet, porque se nos presenta ya crecido, acaso que fue un niño mimado y las primeras manifestaciones de este desorden aparecen entre los tres y los cinco años. No pasa nada por ser “un nen enmarat”. Es más, me atrevería a sostener que el fantasma de el Rey pudiera tener algo que ver con un brote esquizofrénico del jovencito y no sabemos si fue objeto de burlas o acoso infantil palaciego. Que padeciera algún tipo de maltrato.
Por tanto Gertrudis es inocente.
Ahora bien, transportándola a nuestros días cabría plantearse si este patrón de dama encajaría con cordura las libertades de que gozamos o sucumbiría ante las nuevas tiranías modernas (culto al cuerpo, cirugía estética, competitividad insana…) y acabaría convirtiéndose en una “fashion victim”, Después de todo, seguimos teniendo reinas y princesas, y algunas de ellas dejan entrever actitudes que dan que pensar.
Concluyendo: no es culpable, pero es floja.
Bibliografía utilizada:
Shakespeare, W., Hamlet, Vicens Vives Ed., Barcelona 2011.
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